viernes, 12 de febrero de 2016

Dedicado a las familias de mis alumnos


IMPLICACION DE LAS FAMILIAS


Todos los docentes que me han llegado a inspirar tienen varias cosas en común, y una de ellas es la humildad. Todas las grandes personas tienen ese rasgo tan importante, y por eso les oímos decir: yo también tengo mucho que aprender, o yo antes pensaba de esta otra manera, o llegó un día en que me di cuenta de que tenía que cambiar esto o aquello.

Quienes nos dedicamos a la educación, seamos madres, padres o docentes (o ambas cosas), debemos practicar esta habilidad. Digo esto porque, entre otras cosas que he ido rectificando (o que aún tengo pendientes),  yo también dejaba a las familias completamente al margen de mi trabajo, exceptuando las reuniones informativas y poco más.

El pasado verano, con los horarios en la mano, empezaron a venirnos ideas a mis compañeros y a mí. Una de ellas era la de aumentar la frecuencia y la calidad de la comunicación con las familias, que debe ser bidireccional. Desde entonces, nos hemos formado y seguimos aprendiendo, modificando procedimientos, adecuando nuestro trabajo a las necesidades de los alumnos. También cometiendo errores, para dar con soluciones.

Entre todas las actuaciones que hemos incorporado, la más acertada ha sido la implicación de las familias. Como dijimos, con altas expectativas es como se consigue los mejores resultados. Acabamos de empezar con los grupos interactivos, y nuestros voluntarios están haciendo un trabajo excepcional. Las conversaciones que tenemos los maestros con ellos son tan enriquecedoras que, como dijo uno de nuestros alumnos, ojalá tuviéramos sesiones diarias de grupos interactivos. Y lo hacen tan bien porque se implican. 

Todavía se oye eso de que en casa se educa y en la escuela se enseña, como si se pudiera o se debiera separar esas dos acciones o esos dos ámbitos. 

Cuando hablo con los voluntarios que ya han participado en varias sesiones, veo que es tremendamente importante para las familias tener la oportunidad no solo de ser testigo de lo que se hace en la escuela, sino también de ser una parte activa e imprescindible. Los grupos interactivos tienen un potencial inigualable y no se pueden realizar sin un voluntariado implicado.

Como docente, me entusiasma ver cómo la participación de las familias hace posible este tipo de actividades, que cada vez nos sorprenden más por las posibilidades que ofrecen para el aprendizaje no solo de todos y cada uno de los alumnos, sino también de los maestros y las personas que participan como voluntarios. A más diversidad, mayor riqueza y más posibilidades de aprendizaje.

Acabo esta entrada agradeciendo a todas estas personas, y a las que no tienen posibilidad de participar en horario lectivo pero quisieran hacerlo, su implicación y sus aportaciones, que nos ayudan a mejorar nuestro trabajo y en definitiva el aprendizaje en nuestra comunidad educativa.


Imagen: pixabay


lunes, 1 de febrero de 2016

¿Qué ocurre en las tertulias literarias?

TERTULIAS LITERARIAS

Las tertulias dialógicas son una de las actuaciones educativas de éxito que estamos aplicando en muchos centros; en educación infantil, primaria y secundaria. Has leído bien, es posible y recomendable en todos los niveles y para todas las edades. El tipo más común de tertulia dialógica es la literaria, en la que leemos clásicos de la literatura universal (¿por qué no elegir cualquier libro?).


Crear un espacio y un tiempo para compartir lectura, reflexiones, opiniones, experiencias,  valores... es algo que repercute positivamente en dos aspectos: la convivencia y el aprendizaje. Con el diálogo igualitario como principio fundamental, todos pueden participar en la tertulia. No importa su mayor o menor habilidad, su rendimiento académico, su nivel sociocultural o su procedencia. A mayor diversidad, más potencial tendrá la actividad. Uno compartirá un párrafo porque le parece bonito; otro, porque le recuerda a una experiencia personal y quiere contarla. No hay más límite que el respeto. Se trata de una actividad con un potencial sorprendente. 

Con una mínima formación específica sobre aprendizaje dialógico y conociendo exactamente cómo se debe organizar una tertulia literaria, cualquier docente puede incorporar esta actuación educativa de éxito en su programación semanal. No requiere permisos especiales de ningún tipo, puesto que la legislación educativa hace especial hincapié en el diálogo, la lectura, la expresión oral, la literatura y todos los aspectos que trabajamos y mejoramos al hacer tertulias. 

Solo hace falta un libro por alumno. No se necesita personal extra. Basta con sentarse en círculo para crear ese espacio de diálogo y ese momento especial en el que todos nos vemos las caras y compartimos cultura, opinión y mil cosas más para construir conocimiento entre todos. 

Me decidí a comenzar con las tertulias literarias al oir las historias de otros docentes, tanto de infantil como de primaria y secundaria. Además, antes de empezar con mis alumnos tuve la suerte de participar en una tertulia en un colegio que lleva años funcionando como comunidad de aprendizaje. Aquella visita nos cambió para siempre como maestros a mi compañero y a mí. Ahora, lo que debemos hacer es animar a otros para que se formen. Compartir el conocimiento nunca había sido tan fácil ni tan necesario como ahora. Precisamente porque es posible, el cambio se vuelve necesario.

¿Qué ocurre en las tertulias literarias? 

"Cuando hacemos tertulias literarias, ocurren cosas", nos dijo una maestra una vez. Otro día, otro maestro repetía las mismas palabras. Y es verdad, ocurren cosas. 

Como el día que estuvimos una hora dialogando sobre el maltrato animal. Como el día que entre todos llegamos a la conclusión de que los castigos físicos no son nunca aceptables. O cuando un compañero nos contó que en otros países comen insectos y que las proteínas que les aportan son de mejor calidad que las de la carne de las cadenas de comida rápida. O las veces que nos hemos reído imaginando las escenas absurdas del Quijote. O la cantidad de palabras y expresiones que aprendemos en cada sesión. 

Como el día que una alumna mía se atrevió por primera vez a leer en público por iniciativa propia, para compartir un párrafo que le había gustado del Quijote. Y te aseguro que se le dio fatal. Pero la clase la felicitó y la escuchó. Lo importante es que desde ese momento ya no le da vergüenza equivocarse, porque se siente respetada y sabe que del error se aprende.

No solo me siento orgulloso de que mis alumnos de 10 años estén disfrutando una obra adaptada para secundaria. Como dijo otra de mis alumnas, y no podría estar más de acuerdo, "me gustan las tertulias porque yo pensaba que solo íbamos a hablar del Quijote, no que íbamos a aprender cosas de la vida real".